domingo, 24 de octubre de 2010
LA EXPEDICIÓN DEL CAPITÁN EBERHARD
por Sergio Lausic Glasinovic
En estos días en que Puerto Natales celebra un año más de presencia en la historia de Magallanes y de Última Esperanza en particular, se hace necesario para las nuevas generaciones -y porque no decirlo, y para las antiguas- los pormenores que caracterizaron a la expedición de Herrman Eberhard a Última Esperanza y que dieron con su descubrimiento y exploración, tanto marítima como terrestre. ¿Que se puede decir sobre los datos biográficos de Herrman Eberhard? Fue este un hombre de mucho temple y una de las personalidades más interesantes de los pioneros del austro patagónico. Había nacido un 27 de febrero de 1852 en Ohlau, en la región de Silesia, Alemania. Cuando tuvo la edad de iniciar la escuela fue enviado por sus padres al "Cuerpo de Cadetes" en Wahlstatt. Más tarde proseguirá sus estudios en este mismo instituto militar de educación secundaria. Con posterioridad se trasladará a Berlín para culminar con sus estudios de bachillerato e ingresar al ejército prusiano con el grado de teniente.
Tras la aventura
Pero a Hermann Eberhard le llamaba, en sus ideales de juventud, la vida de aventuras y empresas que el mar le mostraba en sus sueños y aspiraciones íntimas. De esta manera decide ingresar a la marina dejando en 1869 su carrera para alistarse como simple marinero en un buque de cabotaje alemán. Su capacidad, tenacidad y espíritu de superación, fueron en Eberhard lo suficientemente abundantes para llegar a ocupar los puestos de piloto y finalmente de capitán, después de los exámenes de rigor correspondientes. De esta manera, la compañía naviera "Kosmos" le confía una nave para estacionarla en las islas Malvinas. Un dato importante en este inicio de su vida en la región austral patagónica, lo será su nombramiento en 1899 de cónsul alemán en Río Gallegos, cargo que desempeñó hasta 1904. Con ello se transforma en el primer cónsul que el Imperio Alemán de la época había nombrado para aquella ciudad argentina. Su deceso a una edad todavía vital para el ser humano, 56 años, truncó toda una enorme capacidad de trabajo, logros y sueños para él, como para la misma comarca de Última Esperanza. Nuevamente como en su primera definición hacia su futuro personal, Eberhard definió muy acertadamente al renunciar, una vez más, a un mundo que tenía ya programado por delante. Abandonará su vida marinera de porvenir seguro para dar paso a su ensueño de descubrir y lograr para él y los suyos un mejor lugar para hacer realidad sus sueños de grandeza creadora. Eberhard es otro de los tantos ejemplos del poder de atracción que tiene este vasto hinterland patagónico; del embrujo por así decirlo de sus paisajes y, más que nada de la posibilidad de que aquí, en la tierra Patagónica meridional, el hombre puede llegar a construir su futuro con completa libertad a sus aspiraciones.
Traslado de rebaño
Volviendo al momento de su destino a las islas Malvinas, a Eberhard le corresponderá trasladar hacia la incipiente colonia de Magallanes los rebaños de ovejas, que embarcados en el archipiélago de la eterna disputa, eran traídos hasta la nueva tierra que los estaba esperando con ansias de futuro promisorio. Y es así que fueron desembarcados en Oazy Harbour para H. Reynard, en Punta Delgada para Waldron y Wood y en Useful Hill Station para Douglas. En estos viajes vio Eberhard las grandes posibilidades que la explotación ovina presentaba para estas regiones, como los conocimientos necesarios para interesarse por una empresa de esta índole. Con estas nuevas ideas en el pensamiento, Eberhard renuncia a la compañía "Kosmos" y a su cargo de capitán, para lanzarse, ahora, a una actividad que lo llevará a la historia de las figuras célebres del devenir patagónico. Inicia en una primera etapa, sus sueños de colonizador y ganadero al asentarse tras una interesante expedición de búsquedas de tierras aptas para el pastoreo de "Chymen Aike", a orillas del río Chico en el territorio de Santa Cruz. Corría ya el año de 1887 y su contrato con el gobierno argentino le aseguró 40 mil hectáreas. Traerá a su familia que lo esperaba en Puerto Stanley y se puso de lleno a trabajar en su nueva aventura. Pero como él mismo lo dirá en su diario personal "… o era joven, tenía mucho entusiasmo para la empresa…", así que pronto comenzó a interiorizarse de las diversas expediciones patagónicas y de sus resultados. Por esa razón le comenzó a llamar su atención sobre las tierras que los ingleses llamaban en sus cartas geográficas como "Plains of Diana" (Llanuras de Diana) y a las cuales parecía que nadie había alcanzado a llegar. Como el mismo Eberhard lo dirá posteriormente y dado el resultado negativo de las expediciones "… me vino la idea de que el mejor modo de obtener una vista general de las regiones en cuestión de la Patagonia, sería el de hacerlo por mar… "
Expedición
Será en el mes de mayo de 1892 con la llegada a "Chymen Aike" de Augusto Kark, que comienzan a planificar esta expedición a las "Llanuras de Diana". El 1 de junio inician su camino hacia Punta Arenas donde, con el consentimiento y apoyo del cónsul alemán Rodolfo Stubenrauch, obtiene permiso y medios para lograr su cometido. La expedición la conformaban el propio Eberhard, Kark ya mencionado, más Teodoro Huelphers y dos marinos ingleses de apellidos Game y Cattle. Todos ellos se embarcan el 12 de junio en el "Africa" con todos sus materiales adquiridos en Punta Áreas, con la intención de que los dejen en Itmus Bay, para seguir por su cuenta. Tras algunas peripecias en este viaje que piloteó el mismo Eberhard, llegan a destino en el interior del canal Smith. Una vez en Itmus Bay, comienzan las zozobras de los expedicionarios, como a la vez el temple y capacidad de superar los peores avatares. La naturaleza, desde ese día 15 de junio, se les presentará con toda su violencia característica de estas latitudes australes. Ya al día siguiente inician la navegación en un bote adquirido para esos efectos expedicionarios. Se trata de una embarcación comprada en Punta Arenas y que había pertenecido al vapor alemán "Cleopatra" naufragado en Punta Dúngenes. Con este bote, cargado de vituallas se lanzaron canales adentro para llegar a su objetivo. El tiempo atmosférico les fue siempre adverso, ya que la lluvia el viento fuerte lo acompañaron en toda la navegación, más las vicisitudes de un mar desconocido y lleno de peligros. Hacia el día 17, un ataque de reumatismo hizo que a Eberhard lo ayudaran a levantarse. Ya la temperatura estaba bajo los cero grados. Tuvieron que zarpar el 18, aún Eberhard sufriendo fuertes dolores reumáticos y así el con el trabajo de remos del resto de los expedicionarios, siguieron navegando por el llamado Unión Sound. El día 19, después de pernoctar para pasar la noche y reponerse de la dura jornada diaria, la expedición siguió su curso. Al llegar al día 20 se encontraban al lado opuesto del Paso de Kirk donde en sus cercanías lograron acampar. Será el 22 de junio que estuvieron a punto de zozobrar, ya que la fuerte corriente del canal los llevó a velocidad vertiginosa entremedio de torbellinos peligrosísimos. Dice Eberhard en su diario que frente a esta situación de peligro "… mi tripulación se portó como hombres y verdaderos marinos". Ya hacia el 23 de junio navegaban sobre el canal Obstrucción. Será el 25, cuando en conjunto con Kark, inician ambos una expedición hacia el interior de la costa donde habían pernoctado, río arriba descubren una laguna que llaman "Lago Luisa". Aquí se darán cuenta que no podrán llegar hasta las "Llanuras de Diana". Por tal motivo el 2 de julio deciden nuevamente hacerse a la mar. Será la primera oportunidad en que tendrán un encuentro pacífico, pero lleno de recelos, con los habitantes autóctonos del lugar. Ese mismo día desembarcan en una pequeña bahía que llaman "Lee". Al día siguiente emprenden de nuevo la navegación, alcanzando la bahía Moore. Como buscaban agua y al hallarla en un río que no tenía desembocadura lo designaron como "Río perdido". Al iniciar una expedición hacia el interior se dieron cuenta que los terrenos eran aptos para la cría de ganado. Ya el 4 de julio, emprenden el cruce del Seno, para lo cual tuvieron que romper inicialmente la bahía donde habían pernoctado. Al día siguiente excursionaban hacia el interior, siguiendo la corriente de un río y así descubren que pasado el murallón de calafates, se les presentaba una vega abierta y llena de pastos abundantes. Siguieron avanzando y al remontar un cerro se les presentó lo que parecían ser las buscadas "Llanuras de Diana". Desde la "Sierra Dorotea", así designada por la expedición, la tierra se le presentaba como la mejor que habían visto hasta ese instante. Este tipo de trabajo expedicionario, lo volvieron a repetir el 6 de julio, donde Eberhard comprueba que las tierras son aptas para el trabajo ganadero "… aunque requiere mucho capital y ruda". Como el tiempo empeorará por las nevadas, se tuvieron que trasladar hacia otros puntos del interior del seno. Ya habían denominado a un río "Cuchara"; ahora les tocará el turno a las islas "Ratón", "Lagartija" y "Guanaco". Hacia el Séptimo día continuaron recorriendo a pié las inmediaciones, confirmando la buena capacidad de los terrenos para un trabajo ganadero. Como les hacía falta agua buscaron la posibilidad de buscar en otro punto. En los días venideros, seguirá Eberhard recorriendo todo ese sector, tanto por vía marítima y terrestre. Uno de los últimos nombres para enriquecer la toponimia de Última Esperanza será el "Monte Prat". Debido a que el tiempo seguía muy inclemente, por los intensos fríos y nevazones, como también por el estado precario de los expedicionarios, es que Eberhard decide regresar. Ya los mismos víveres estaban escaseando, al mojárseles muchos de ellos. En todos los días venideros seguirán navegando y colocando nombres a diversos puntos del sector, no abandonándolos en ningún momento el mal tiempo que, en una oportunidad, les llegó a romper uno de los mástiles de la embarcación. Las anotaciones del diario de viaje del capitán Herrman Eberhard concluyen el día 5 de agosto, cuando hacían ya, desde hace algunos días, señas a diversos barcos para que los trasladaran a Punta Arenas. Habían llegado a una situación crítica, pues las lluvias constantes, más la escasez de víveres los había dejado agotados. Finalmente un vapor de la empresa "Kosmos" los divisó y así pudieron llegar a destino. Cabe hacer notar que, con posterioridad y debido al esfuerzo visionario de este verdadero pionero de las tierras magallánicas, pudo iniciar los trabajos de colonización de Última Esperanza. Fueron muchos los años de esfuerzo, de pérdidas y de sacrificio. El nacimiento de Puerto Consuelo fue sin duda alguna una de sus más firmes realizaciones y que llevó la civilización a esos parajes. El trabajo colonizador de Eberhard y sus familiares, fue como una chispa que iluminó también a otros impulsores del trabajo ganadero en Última Esperanza. Todo ello fue creando las condiciones, para que más tarde hiciera su aparición el primero centro poblado de este sector continental magallánico, Puerto Natales. Terminaré esta presentación del trabajo expedicionario de Herrman Eberhard con las palabras escritas por uno de los principales biógrafos y traductores, Werner Gromsch, el cual refiriéndose al trabajo colonizador de éste expresó en 1922: "El nombre Eberhard… quedará grabado con letras de oro en las páginas de la historia regional y de estímulo a las generaciones venideras las que han de conservar lo que sus antepasados supieron conquistar en ruda labor con innumerables sacrificios"
Impactos - Año 1 – Nº 9 - Punta Arenas, 2 de junio de 1990.