viernes, 24 de septiembre de 2010

CUANDO LOS OBREROS SE "TOMARON" PUERTO NATALES.



CARLOS VEGA DELGADO
Ulises Gallardo Martínez, a quién sus amigos llamaban "Boca de yegua", fue uno esos amigos que hacen y viven la historia. Nacido en 1896, a los 23 años fue protagonista de los luctuosos hechos del frigorífico Bories y al año siguiente fue "fondeado" en el estrecho de Magallanes después de la masacre de la Federación Obrera, salvándose milagrosamente. Durante su aventurera trayectoria tuvo infinidad de oficios: fue capataz del frigorífico de Puerto Bories (dirigiendo el personal de matanzas), almacenero, peluquero, actor y escritor. Su vida fue una eterna aventura, pues con el ex diputado Ojeda organizó el cuadro "Juventud", donde presentaron varias obras teatrales. En los tiempos del "León de Tarapacá" sufrió una relegación de varios meses en Achao, acompañado por el abogado Néstor Donoso. Al promediar su vida escribió un libro, "Del lenguaje del pueblo", editado por "Cultura" y con prólogo de Francisco Coloane, donde recopilaba dichos , refranes y proverbios. Su condición de hijo de obrero le permitió asistir sólo tres meses de escuela primaria, pero en su labor sindical adquirió gran cultura, que le permitió incluso ser colaborador de varias publicaciones. En la novela "Paralelo 53 Sur", bajo el nombre de Manco Ponce, aparece como protagonista del cuento "El fondeo"… pero su vida real ha ido quedando en el olvido, por lo que "Impactos" quiere revitalizar su memoria al cumplirse un nuevo aniversario de Puerto Natales. Gallardo, quién falleció en 1959, narró así los acontecimientos de Puerto Bories:

El fatídico año 1919

"Con anterioridad al 23 de enero, los obreros Carlos Viveros y Enrique Espinoza tuvieron dificultades con el administrador de aquella época, un señor de apellido Kid, por incumplimiento de parte de la Administración de Puerto Bories de aquella época, un señor de apellido Kid, por incumplimiento de la Administración de un contrato de trabajo de pintura. "Después de agotarse todos los medios conciliatorios, sin resultado favorables alguno, los obreros del establecimiento decidieron solidarizar e hicieron suya la causa defendida por sus compañeros ya nombrados. Reunido en asamblea general el subcomité de la Federación Obrera, después de considerar la situación creada por la intransigencia patronal, acordó designar una comisión que se acercase a la Administración del Frigorífico en busca de un avenimiento que pusiera fin a las dificultades producidas. Así se hizo, trasladándose la comisión al sitio indicado, tomando parte en ella los compañeros afectados, Viveros y Espinoza. "Cabe recordar que el Administrador había hecho destacar policías en las partes más estratégicas del establecimiento, lo que indicaba claramente que lo que iba a ocurrir esta planeado y bien premeditado".

El disparo fatal

"En presencia del Administrador, la comisión hizo varias proposiciones de arreglo, que fueron rechazadas, continuando después una breve y acalorada discusión. La comisión defendía la razón que asistía a los reclamantes, mientras el administrador se encerraba en una porfiada negativa. De súbito sacó éste su revólver y disparó contra el compañero Viveros matándolo instantáneamente. Después de lo ocurrido Kid huyó hacia el interior del establecimiento, siendo perseguido algunos miembros de la comisión, lo que dio origen a la nueva intervención de los policías que estaban ubicados por donde Kid pasó. En este acto murieron los compañeros Teherán y Espinoza y un policía. Mientras esto ocurría, grupos de obreros que desde Natales se dirigían a Bories para imponerse de la situación, fueron atacados desde el retén próximo al Chorrillo Natales, muriendo algunos de ellos".

Batalla campal

"Los hechos señalados provocaron entre los obreros y el pueblo en general, tal indignación que no es posible describirla. Se habían encendido los ánimos en su grado máximo, iniciándose en eso mismos instantes la batalla campal que duró todo el día 23 de enero. Para suplir la falta de armas, los obrero requisaron las que tenían la policía y las casas comerciales Stuberauch y Compañía Braun y Blanchard. El fuego cesó debido a la intervención de la Cruz Roja que sirvió de mediadora, procediendo al mismo tiempo a recoger a los muertos y a los heridos. Cayeron Aquí los compañeros Juan Saldivia, Alejandro Muñoz y Ramón Mansilla. Hubo también numerosos herido, yendo la mayor parte de ellos a curarse a sus propias casas para evitar compromisos, y el resto fueron atendidos por la Cruz Roja. En esat misma acción murieron cinco policías. Restablecida la calma, los obreros armados patrullaban la ciudad, haciendo el recorrido a pie y en camiones, para evitar abusos y mantener el orden en la población".

Fuerzas de Punta Arenas

"Días después llegaron fuerzas militares desde Punta Arenas, a cargo del capitán Numa Herbaje, para tomar el control de Natales. Recién entonces hizo su aparición el mayor Bravo, subdelegado de Última Esperanza, que había permanecido escondido varios días. Casi simultáneamente con la llegada de las fuerzas militares, un barco fondeó en la bahía, trayendo a su bordo al señor juez señor Miranda Aguirre, quién venía para instruir el sumario correspondiente. Instalado a bordo de la misma nave, comenzó a tomar las declaraciones del caso y a ordenar la detención de numerosos compañeros, que fueron trasladados a la cárcel de Punta Arenas. En el mismo buque llegaron detenidos los compañeros Francisco López Seiza, Francisco López Hernández y Florindo Zúñiga Aguilar, que fueron comisionados especialmente por la Federación Obrera de Magallanes, cuando se supo del estallido del conflicto. Después de algunas diligencias judiciales, fue puesta en libertad la mayor parte de los compañeros, quedando encarcelados por varios años, entre otros, los obreros José Labra, Ventura Muñoz, Francisco Vásquez, Angel Legnazzi y Luis Ojeda González".

Epílogo

"En el cementerio de la vecina ciudad, en un mausoleo de Carabineros, descansan los restos de los miembros de la policía que murieron en estos sucesos. Una tumba aparte guarda los despojos mortales de los trabajadores que sucumbieron en la cruenta lucha, que tiñó de sangre el pacífico pueblo natalino".

Lo fondearon en el estrecho

Ulises Gallardo tuvo muchas experiencias en su vida. La más dramática fue, sin dudas, cuando lo "fondearon" en el Estrecho de Magallanes. El escritor Francisco Coloane, refiriéndose a la personalidad y a la aventura del personaje, dijo: "Su infancia de obrero sólo le permitió asistir tres meses a una escuela primaria; pero con esta ínfima base ha llegado a ser un luchador obrero de cultura, que ha dirigido y redactado diversos periódicos que José Ingenieros recomendaba como la primera que debía aprenderse: LA DE SER HOMBRE: Ulises Gallardo la aprendió cuando era un niño aún. Pero un hecho puede sintetizar toda una vida de este hombre del sur: en 1920, a raíz de uno de los sangrientos sucesos que han jalonado la luchas obreras en Magallanes, después del trágico incendio de la Federación Obrera con un buen número de trabajadores en su interior, Ulises Gallardo fue fondeado con otros cuatro compañeros en la bahía de Punta Arenas. Frente a la desembocadura del Río de las Minas lanzaron al mar a este hombre, con pesos de fierro amarrados en los pies; después de darle algunos remazos en la cabeza; pero los remazos nolo aturdieron, logró zafarse de las amarras en el fondo del mar y salvarse gracias a uno de esos característicos bancos de arena, movedizos, que se forman en la desembocadura de los ríos. Los compañeros de Gallardo perecieron ahogados".

Relato

En su obra "Las grandes masacres", Patricio Manns recogió el siguiente testimonio de Gallardo: "Me amarraron una piedra a los pies, que ya tenían preparada. Como a cuatrocientos metros de la orilla, yendo hacia bahía Catalina, una ola casi dio vuelta la chalupa. Tuvieron miedo los carabineros. Uno de ellos, con quién nos conocíamos, insinuó al que hacía de jefe que me dejaran allí, a lo que éste accedió. Siempre he creído que el carabinero hizo la insinuación con el fin de que yo tuviera alguna posibilidad de salvarme. Grandes fueron mis esperanzas cuando pisé fondo y el agua de la resaca me dejaba descubierta la cabeza, lo que me permitía respirar cada cierto tiempo, aprovechando el vaivén de la marea. Así, me inclinaba cada vez que podía, tratando de desatar la piedra que tenía amarrada con alambre a los pies. Las ansias de vivir me permitieron mantenerme sereno hasta que estuve seguro que los carabineros habían llegado a tierra. Entonces empecé a gritar, llamando al guardafaro. Luego vi una llama y una sombra que se acercaba. Era el farero. Me sostuvo fuera del agua hasta que logré desprenderme de la piedra. Entonces él me trasladó a tierra y me ocultó por varios días. Después tuve la oportunidad de huir por mar".

Revista Impactos. Punta Arenas, 2 de junio de 1990.